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lunes, 28 de abril de 2014

PEQUEÑO MUNDO, SMALL WORLD STORE O LE PETITE MAGASIN

Una tienda visitada por casi todos y algunos camuflados para no ser vistos en Pequeño Mundo. En Escazú tienen dos lugares uno justo a la par del Mas x Menos en San Rafael y la otra sobre la Autopista a Santa Ana entre Multiplaza-Intercontinental y la salida de Gauchipelín.
Esta cadena también esta en Curridabat, Desamparados, Parque de la Paz, San Pedro, Moravia y en Alajuela. Esta tienda es una maravilla ya que es de precios módicos, una línea de hogar (platos, vajillas, tazas, vasos, copas, candelas, espejos y un montón más) también cierto tipo de muebles, cortinas, cortinas de bambú, utensilios de cocina, baño, alfombras, camping, ropa para toda edad, una buena variedad de ropa de bebe y de chicos, etc. Claro todo en cajas, revuelto, pero por el precio vale la pena.
Se los recomiendo, como un lugar practico y económico muchas cosas son de baja calidad pero también una gran cantidad son de una alta calidad… Adjunto tomado de La Nación de la columna de Don Edgar Espinoza, Al Grano un artículo sobre esta tienda y sobre todo la de Escazú. Don Edgar es también lector de Escazú News.

AL GRANO

Nota publicada por Édgar Espinoza en la sección de opinión del periódico La Nación del 14 de abril del 2007
¡Qué pequeño es el mundo! Yo voy a la tienda Pequeño Mundo y me encuentro… ¡cada cosa! Hace poco que iba a una noche astronómica a Guanacaste y no tenía la ropa apropiada, me compré ahí un pantalón de corduroy café que me costó más barato que el ruedo que tuve que mandarle a hacer luego donde la costurera. ¡Pero me sacó del apuro!
Claro, a la tercera lavada el zíper de la jareta se asomaba como una dentadura de rottweiler y las hebras que soltaba presagiaban algo más serio.
No sé, hay algo en ese tipo de tiendas que me alteran la psicología.
Uno sabe bien que son baratijas que no necesita para nada y sabe bien que la casa está ya a reventar de ellas y, sin embargo, se inventa cualquier excusa con tal de tenerlas.
¡Qué jodido! En ese almacén me encuentro, por ejemplo, con el banquito plegable para el picnic, el estadio o la playa; con el set de desatornilladores que me atrae más por el estuche que por estos; con el pato inflable para que el güila flote en la piscina… Y ¡todo al increíble precio del made in China !
No obstante, lo más sorprendente que me encontré en Pequeño Mundo de Escazú no fue precisamente una fruslería, sino algo bien curioso: que no soy el único que anda en esas. Acabo de descubrir que las señoras platudas de esa República Ardiente y Glamorosa son, por lejos, las mejores clientes de bagatelas aunque, por supuesto, a su manera.
Para pasar inadvertidas, unas se enfundan en ropa deportiva, anteojotes Channel y gorra hasta la nariz, y otras, las que no juegan de incógnito, se deshacen en pretextos. Y no deberían, pues en el parqueo las delatan sus súper “chuzos”.
Las primeras avanzan por los pasillos sigilosamente camufladas entre el cataclismo de cajas y estantes con sus carritos repletos y la mercancía sombreadita. Muy a menudo se las ve levantarse el anteojo para ver con disimulo las etiquetas y si las están vigiando. En cambio, las segundas le dicen a uno que andan comprando una donación para niños pobres, pero se les ve en el carrito un montón de copas de vino hechizas.
¿Qué dirían sus invitados si se enteraran de que se están tomando un Chateauneuf du Pape en una copa de ¢600 y no en una Riedel? O bien, le dicen a uno que andan comprando las camisas de los guardas y lo que cargan son sostenes rosados y calzones estampados.
¿Será que cambiaron de vigilantes? (Tome nota señor ministro Berrocal).
Se trata, pues, de una tienda digna del más severo escrutinio sociológico que hasta perdió su propio nombre desde que
los “chonetes” la llaman “Peque”, y los estirados, “Little World”.
¡Oh! ¡Qué pequeño es el mundo!

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